sábado, 26 de noviembre de 2011

El Parque de Borja, un espacio a recuperar I



            El Parque de Borja se levanta en un lugar, situado a las afueras del casco urbano, que era conocido con el nombre de Agraciel. Fue adquirido a D. Julián Guallart Torres por el M. I. Ayuntamiento de la ciudad, el 11 de julio de 1936, siendo alcalde D. Baltasar González. Lógicamente, hubo que esperar al término de la Guerra Civil para materializar el proyecto, aunque se retomó muy pronto, ya que el diseño fue realizado en 1939 por D. Adolfo Gracia Ruiz, jardinero del ayuntamiento de Zaragoza. En la primavera de 1940 comenzó la plantación del mismo, labor que realizó el jardinero local D. Victoriano Huerta Tejadas que, durante 37 años se encargó de su mantenimiento.



            El parque fue una de las grandes obras realizadas durante aquella época y, desde el primer momento, se convirtió en motivo de legítimo orgullo para todos los borjanos, por la belleza del mismo y la calidad del trabajo realizado.


            En 1942, siendo alcalde D. Pascual Sorrosal Fanlo se levantó en el centro del parque, entonces en proceso de construcción, un kiosco destinado a bar, cuya imagen original se aprecia en alguna fotografía de la época. Era un edificio de estilo racionalista que, probablemente, fue diseñado por Santiago Lagunas Mayandía que, por aquellos momentos, estaba construyendo el Cine Cervantes de Borja.

 
Lamentablemente, esta obra fue enmascarada por la reforma efectuada más tarde, para ampliarla, y que durante mucho tiempo permaneció interrumpida hasta que se instaló allí la Biblioteca Pública “Carlos Sánchez del Río” que, posteriormente, se convirtió en guardería y, ahora, en centro juvenil.



           Aquel parque, al que en 1954 se le dio el nombre de San Francisco de Borja, fue creciendo, convirtiéndose en un auténtico jardín botánico en el que, cuando el Centro de Estudios Borjano publicó, en 1987, la Guía elaborada por María Antonia Sánchez Sanz y José Manuel Quintana, todavía conservaba cerca de 50 especies de árboles.



            En aquel año no existía ya la Rosaleda, un bello rincón que se encontraba en el lugar que hoy ocupa el parque infantil, y que muchos de los borjanos ni tienen conciencia de que llegó a existir. Además,  había flores en los espacios delimitados por setos bien recortados.


            No es de extrañar que, durante mucho tiempo, fuera motivo preferente en las vistas que se ofrecían de la ciudad e, incluso, apareciera en representaciones pictóricas tan importantes como el lienzo de Gómez Alarcón que se conserva en la Casa Consistorial, realizado tras el regreso de su exilio en Francia.

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