jueves, 1 de diciembre de 2011

La cal de Morón de la Frontera y Antonio Burgos




            El diario ABC insertó en su edición de ayer, 29 de noviembre, un artículo de Antonio Burgos en el que llamaba la atención, con pretendida ironía, sobre las recientes declaraciones efectuadas por la UNESCO en su reunión de Bali.




            Según el ilustre periodista, ante el crecimiento exponencial de estas inclusiones de monumentos y tradiciones en la lista del “Patrimonio Mundial”, lo correcto era mantenerse al margen de todo ello, por lo que aplaudía la decisión de los cordobeses de retirar la candidatura de sus patios, manifestando al mismo tiempo su estupefacción por el hecho de que algo tan material como la cal de Morón de la Frontera, hubiera entrado a formar parte del Patrimonio Inmaterial.




            No le falta razón en lo que atañe a esa proliferación de declaraciones que, en buena medida, responde al deseo de los diferentes países que han convertido esta labor de salvaguarda en una especie de competición, como señalábamos ayer.




            Pero, algunos de los argumentos utilizados por D. Antonio Burgos obedecen a una llamativa falta de información sobre lo ocurrido en Bali. Los cordobeses no retiraron su candidatura. Ésta había sido rechazada por el órgano subsidiario encargado de la evaluación, a pesar de lo cual, la representación española se obstinó durante cerca de dos horas en intentar convencer a los miembros del Comité para que fuera aprobada, misión en la que finalmente fracasó.        

     


            En cuanto a lo que llama “la cal de Morón”, en ningún momento se planteó su inclusión en la lista del Patrimonio intangible, sino lo que se aprobó en Bali fue el reconocimiento a un excepcional proyecto para la revitalización de una práctica tradicional como es la elaboración artesanal de la cal, entre las mejores prácticas de salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial.




            Lo que se ha llevado a cabo en Morón es algo tan importante que no merece ser objeto de comentarios irónicos, aunque hayan sido realizados con otro propósito. Allí un grupo de personas amantes de su tierra y de sus tradiciones han sido capaces de salvar a los últimos hornos de cal, manteniéndolos en funcionamiento y, al mismo tiempo, montar en torno a ellos un museo vivo en el que todo el que lo visite puede conocer la importancia que esa industria tuvo en el pasado, como motor económico de la localidad.




            Pero, además, han apostado por la viabilidad de la iniciativa, resaltando las ventajas del uso de ese producto que durante siglos fue un material clave en el proceso de construcción y que ofrece, incluso en nuestros días, innumerables ventajas. Todo ello, con la ayuda de antiguos caleros que enseñan las instalaciones y de jóvenes artesanos que son el motor de una industria que se resiste a morir.




            Este es el proyecto que la UNESCO ha reconocido como experiencia de indudable interés, tanto para la propia localidad, como para otros lugares que pueden encontrar en ella un modelo a seguir. Como testigos presenciales de lo ocurrido en Bali, donde hemos compartido unas intensas jornadas con Manuel Gil Ortiz, Presidente de la Asociación Cultural “Hornos de la Cal de Morón”, y Antonio Escalante Sánchez, Secretario de la misma, creemos oportuno hacer estas precisiones para general conocimiento.
            Ojalá que en nuestra ciudad pudiera llevarse a cabo algo similar. Nuestro Centro viene insistiendo hace tiempo en la posibilidad de recuperar algún antiguo tejar para que pudieran volver a fabricarse con los métodos tradicionales la tejas árabes y los ladrillos  que tanta faltan hacen para las numerosas restauraciones que están siendo emprendidas.

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