lunes, 8 de octubre de 2012

El Berrugón



              Algunos de nuestros lectores se sorprendían el otro día cuando, al tratar sobre la comparsa de Gigantes y Cabezudos, citábamos al “Berrugón”, con “B”, cuando, en opinión de tan docta gramática, “verruga” se escribe con “V”. Algunos de ellos creían que se trataba de un desliz ortográfico. Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla.
            Cuando, en 1889, fue creada la comparsa borjana los cronistas de la época afirmaban que estaba compuesta por dos gigantes que eran “un nigromántico, llevando en su mano izquierda el escudo de armas de la ciudad de Borja, y un hada”. Además, “otra pareja de enanos sin significación determinada, por más que algunos maliciosos quisieran encontrarles auténtico parecido”, cosa que, por otra parte, respondía a la realidad, pues los autores se habían inspirado en un personaje real. Por lo tanto, los cabezudos no tuvieron nombre en un principio.
            Se les adjudicó después, tomándolo de los cabezudos de Zaragoza donde, desde antes de 1841, había ya cuatro que respondían a los nombres o apodos de “Morico”, “Tuerto”, “Forano” y “Berrugón”. Como relató el cronista zaragozano D. José Blasco Ijazo, fue en 1860, con motivo de la visita de la reina Isabel II, cuando se amplió la comparsa y se crearon la mayor parte de los actuales. Su autor fue el escultor Félix Oroz quien explicó lo que cada uno significaba. Del “Berrugón” afirmaba que recordaba a un antiguo corregidor de la ciudad, famoso por su mal carácter.
            Entonces, como ahora, tanto ese cabezudo como el de Borja ha sido conocido con el nombre de “Berrugón”, aunque no son iguales pues el de Zaragoza se toca con sombrero de tres picos y el nuestro con otro redondo.  
            Es evidente que al “Berrugón” se le representa con una verruga en su rostro, pero la relación entre el nombre y esa excrecencia puede no ser tan clara. No obstante, el aragonés es poco proclive al uso de la “v” e, incluso el sustantivo castellano “verruga” tiene un equivalente aragonés que, según D. Rafael Andolz, es “berruca”. Pero este mismo autor, recoge en su Diccionario la palabra “berrugo”, un adjetivo que equivale, en su primera acepción, a la palabra castellana “adusto” con la que se califica a las personas hurañas, malhumoradas, secas, desabridas o severas, calificativos todos que podrían aplicarse a la figura del corregidor que representa el cabezudo.
            Por una u otra razón, al “Berrugón” se le ha llamado siempre así, aunque doctores hay en la materia que, probablemente, encontrarán motivos más precisos pues, incluso, hay quien afirma que responde a un apellido. Sobre esta cuestión no podemos pronunciarnos ya que no disponemos de la relación de los corregidores que hubo en la capital aragonesa y, por otra parte, nos parece que es la justificación más improbable.
            Mientras tanto, seguiremos utilizando la palabra “Berrugón” y, próximamente, nos ocuparemos de la historia de nuestros cabezudos, de su boda y de los retoños que procrearon en el transcurso de sus más de 100 años de historia.


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