jueves, 15 de noviembre de 2012

Aprendiendo Geografía


            Una de las ventajas que nos está deparando nuestro blog es que, debido al elevado número de entradas que nos llegan, nos permite incrementar los conocimientos de Geografía ya que, en algunos casos, proceden de lugares que nos resultaban desconocidos.





            Este el caso de las islas Diomedes, aunque deberíamos recordarlas pues a ellas hacía referencia Umberto Eco en la novela que, en castellano, llevaba el título de La isla del día de antes.





Las Diomedes  son dos pequeñas islas situadas en el estrecho de Bering, en el Círculo Polar Artíco que en el lenguaje esquimal llevan el nombre de Imaqliq e Inaliq.





Con el de Diomedes fueron bautizadas por sus descubridores en recuerdo del legendario héroe aqueo, amigo de Odiseo, que intervino en la guerra de Troya.





            Originalmente pertenecieron al Imperio Ruso pero, cuando en 1867, Estados Unidos compró el territorio que hoy constituye el Estado de Alaska, la frontera quedó establecida entre las dos islas. La pequeña se convirtió en norteamericana y la mayor siguió siendo rusa.







            La distancia entre ambas es de unos 3,5 kilómetros y como, durante la mayor parte del año, las aguas están heladas la comunicación entre ambas es muy fácil.





            Durante los años de la Guerra Fría, la población de la isla rusa fue desalojada pero, en la norteamericana se mantuvo este pequeño poblado que, en la actualidad, cuenta con unos 150 habitantes, situado en una escarpada ladera. Sus habitantes son esquimales y disponen de todos los elementos precisos para el desarrollo de su existencia en condiciones extremas, entre ellas de conexión a Internet.





            Pero la singularidad de las islas radica en el hecho de que entre ellas pasa la línea imaginaria que separa un día de otro, de manera que hoy, en la isla grande, será 15 de noviembre, mientras que en pequeña, estarán todavía en el día anterior.





            Porque, curiosamente, aunque el sol saldrá y se pondrá al mismo tiempo en las dos, la diferencia horaria, oficialmente establecida, entre ambas islas es de 21 horas, de manera que cuando en la isla rusa sean las 8 de la tarde, en la norteamericana serán las 11 de la noche del día anterior.
            Todo ello nos proporciona una idea de que la medida del tiempo es algo, en cierto modo, artificial y de la facilidad con la que los modernos medios de comunicación pueden ponernos en contacto con los más remotos parajes.

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