martes, 6 de noviembre de 2012

La torre del reloj de la colegiata de Santa María de Borja



            La reciente restauración de una de las alas del claustro de la antigua colegiata de Santa María ha permitido disfrutar de una nueva visión de este importante templo y, de manera especial, de la llamada torre del reloj que aquí aparece reflejada en esta bonita fotografía de Enrique Lacleta.





Esta torre es especialmente interesante pues fue creciendo a lo largo de las diferentes fases constructivas que conformaron la arquitectura de la colegiata y, por otra parte, es un símbolo para nuestra ciudad, como más adelante señalaremos.






La torre actual es fruto de cuatro fases constructivas. A la primera de ellas corresponde el cuerpo inferior de sillares de piedra, coetáneo a la iglesia románica que se levantó a finales del siglo XII. Su acceso está situado a la entrada del claustro, desde la nave, y se realiza a través de un arco apuntado adovelado que da paso a una escalera de piedra en torno a un machón central rectangular, con los bordes redondeados.






            Como en todos los edificios de la época, en sus sillares existen marcas de cantero cuyo estudio está pendiente de ser realizado, lo que podría permitirnos establecer relaciones con otras obras realizadas en la zona.





En el siglo XV se construyó la siguiente fase, ya en ladrillo, de planta ligeramente rectangular  y características mudéjares que está formada por dos cuerpos, separados por ménsulas de ladrillos en voladizo. El inferior es ciego, mientras que el superior presenta en cada uno de sus lados un gran arco apuntado que alberga otros dos de menor tamaño, también apuntados. Sobre ellos una franja de ladrillos en esquinilla, sobre la que se abren arcos apuntados cuyo número es de dos en las caras norte y sur, mientras que en las correspondientes al este y al oeste se abren cuatro.






            La escalera interior se cubre con esta falsa bóveda formada por aproximación de hiladas de ladrillo que le dotan de este aspecto que reflejan las fotografías.





En el siglo XVI, se elevó con dos nuevos cuerpos separados por una franja de ladrillos en esquinilla. En el inferior se abre un arco de medio punto en cada uno de sus lados, mientras que el superior es ciego. La obra corrió a cargo del alarife mudéjar Antón de Veoxa, el mismo que construyó la Casa Consistorial, la Casa de las Estanca y terminó el claustro.





Finalmente, la última etapa constructiva corresponde a los últimos años del siglo XVI. Es una obra ya barroca, realizada en ladrillo que tiene un amplio arco rebajado en cada uno y antepecho con un óculo en su centro. Las jambas se decoran con paños de ladrillo resaltados y se cubre con chapitel metálico. Esta intervención, que estuvo a cargo de los albañiles borjanos Atestiel y Ocáriz, vino motivada porque, en 1591, se había caído parte de la torre y su remate. Se remata con un chapitel metálico, de época posterior.





Todo el conjunto de la torre fue restaurado hace unos años y se cambió también el chapitel. Aún más reciente fue la recuperación de los toques del reloj que le da nombre que corren a cargo de dos campanas, de las que ya hemos dado cuenta en la serie dedicada a los campanarios borjanos: La de las horas, también llamada “Batallón” o de los Credos y la de los cuartos.





A algunas personas les llamó la atención que, durante la restauración de la torre, se mantuvieran de esta forma los ladrillos de una de las aristas de la torre. Fue una decisión acertada, pues corresponde al impacto de uno de los proyectiles de la artillería austracista que bombardearon la ciudad para doblegar la voluntad de sus habitantes, fieles a la causa borbónica. Había más, pues los daños fueron muy grandes, tanto en Santa María como en otros edificios de la ciudad que fue tomada al asalto el 8 de octubre de 1706. Poco antes, 50 voluntarios bajo el mando del capitán D. Benito Navarro de Eguí y San Gil habían intentado frenar a las tropas en el convento de capuchinos, convertido en avanzada de la defensa.





            Recordando esa gesta, el Centro de Estudios Borjanos colocó en ese lugar la placa que aquí aparece fotografiada, con ocasión del III Centenario de la misma. En aquella ocasión, también se rezó un responso en Santa María por todos los borjanos que murieron en el ataque cuyos nombres fueron leídos. Por este motivo, afirmábamos que la torre es un símbolo para nuestra ciudad a la que, por esa encarnizada defensa, sin apoyo de fuerzas militares, le concedió Felipe V los títulos de Ilustre y Fidelísima, añadiendo a sus armas la flor de lis de la dinastía, un león rampante y la leyenda “Saqueada por ser siempre fidelísima”.


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