domingo, 11 de noviembre de 2012

Novedades en torno a la ermita del Calvario



            Una de las actuaciones más importantes que está llevando a cabo el Centro de Estudios Borjanos, en estos momentos, es el inventario del Patrimonio Artístico-Religioso de nuestra ciudad. El mismo se enmarca dentro de un proyecto iniciado ya hace años, fruto del cual ha sido la edición de 11 volúmenes dedicados a diez municipios de nuestra zona.
            Un trabajo de estas características es complejo, sobre todo por el empeño que hemos puesto en documentar el mayor número de obras conservadas en los diferentes templos, por medio de la consulta de diversas fuentes documentales.
            Como ya hemos informado, anteriormente, el Santuario de Misericordia ha sido objeto de una atención especial ya que nuestro propósito es dedicarle el primero de los libros relacionados con el patrimonio artístico borjano.
            En él se incluirá el propio Santuario junto con las diferentes ermitas que han estado asociadas históricamente al mismo. Entre ellas, ocupa un lugar preferente la del Calvario, a la que ya hicimos referencia en la obra Pilares votivos, publicada el pasado año, por ser el final del Vía Crucis que discurre por los bellos parajes de la Muela Alta de Borja.





            Por otra parte, en este blog, ya nos hemos ocupado de este importante edificio en varios artículos, en los que recabamos su inclusión en el Censo General del Patrimonio Cultural de Aragón, con el nivel que se considere oportuno, pues se trata de un edificio renacentista de singular interés por sus características arquitectónicas.
            Se trata de una ermita de planta circular con una cúpula de media naranja, cuya cubierta de piedra adopta forma escalonada, con un entablamento que discurre por todo el perímetro. Tiene una portada, en arco de medio punto, enmarcada por dos pilastras de clara inspiración renacentista, sobre la que se dispone un frontón triangular con una hornacina que aloja una cruz de piedra.
            Respecto a construcción, seguimos sin conocer con precisión el proceso de la misma, pues aunque existen datos de que se debió a la iniciativa del obispo D. Juan González de Munébrega, parece indiscutible la intervención del canónigo de la colegial de Borja, D. Juan de Litago, cuya lauda sepulcral se conserva en su interior.
            De lo que no cabe duda es de que fue consagrada el 7 de abril de 1572  por el obispo de Salamina, fray Francisco de Salazar, un singular personaje que, tras participar en el concilio de Trento, donde destacó por sus intervenciones, hasta el punto de serle encargada la predicación en ocasiones señaladas, inició una espiral de degradación que le llevaría a ser condenado, en 1583, por sodomita tras un largo proceso del que dimos cuenta en el volumen III de nuestro Diccionario Biográfico.





        En el interior de la ermita se venera una imagen de Cristo Crucificado que, originalmente, se encontraba en la capilla de los Reyes Magos de la colegiata de Santa María. Esta capilla es la que, en la actualidad, está dedicada a la Virgen de la Peana aunque era de menor tamaño, pues en el siglo XIX se le añadió la antigua Sala Capitular que es donde ahora se ubica el retablo de la Virgen. La imagen fue llevada a Misericoria el 4 de mayo de 1568 y, a raíz de ello, la cofradía de la Sangre de Cristo encargó la que, ahora, se encuentra en el claustro de la colegiata.






            Le acompañan las imágenes de la Virgen y de San Juan que, según nos acaba de comunicar Alberto Aguilera, fueron realizadas por el escultor Alejandro Gil Guinda, en 1739. Este artista era natural de La Almunia de Doña Godina e intervino en la decoración de la iglesia parroquial de esa localidad.
            Un año antes se habían instalado los cuatro altares que, todavía subsisten. Vinieron a sustituir a los que había antes. En dos de ellos se encontraban unos lienzos que representaban el Descendimiento y el Sepulcro. En los otros había sendas tablas de San Pedro y San Pablo. Esta circunstancia ha sugerido la posibilidad de que procedieran del antiguo retablo gótico de la colegiata, una hipótesis que, por el momento, no ha sido confirmada.





            Lo que sí sabemos es que los lienzos de los cuatro retablos instalados en 1738 fueron reemplazados por los que, en 1890, donó el pintor D. José Gonzálvez Martínez, que pasaba la temporada estival en el Santuario. José Gonzálvez había nacido en Elche, en 1837, y se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue discípulo de Eugenio Lucas. En 1880, se instaló en Zaragoza, como profesor de su Escuela de Artes. En 1892 fue elegido Académico de Número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, falleciendo en la capital aragonesa en 1897. No disponemos de buenas imágenes de estos cuadros que representan el “Despojo de las vestiduras de Cristo”, la “Crucifixión”, el “Descendimiento” y el “Sepulcro”, pero esperamos contar pronto con ellas, al igual que de los anteriores pues ha constituido una sorpresa para nosotros el saber que se conservan en el propio Santuario. 
            Ignoramos, sin embargo, el destino del retablo que, para la imagen del Santo Cristo, fue construido, en 1685, por encargo de Gregorio Antonio y Jerónima Bauluz, el cual fue retirado en época relativamente reciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario