martes, 18 de diciembre de 2012

El retablo de Santa Clara en la iglesia del convento de clarisas de Borja



            Este retablo, situado a la derecha del crucero de la iglesia, es de características similares al de Santa Ana que comentamos hace unos días. Como él, es obra de José Ramírez de Arellano.





            Está dedicado a Santa Clara de Asís, la fundadora, junto a San Francisco, de la Segunda Orden. Clara había nacido en Asís en 1193. Tanto su padre, Favarone Offeduccio, como su madre Ortolana pertenecían a familias nobles. Fue educada piadosamente y, desde muy niña, destacó por su piedad. En aquellos momentos, la ciudad se había visto conmocionada por el comportamiento del joven Francisco, que renunciando a su posición acomodada, acababa de fundar la orden de los Frailes Menores. Clara decide seguir su ejemplo y, el domingo de Ramos de 1211, abandona la casa familiar y se traslada al pequeño monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles donde reside Francisco con un grupo de compañeros y se desprende de sus ricos vestidos para adoptar el tosco hábito de los franciscanos. Poco después, surgirá el monasterio de San Damián, núcleo de esta segunda orden franciscana que será conocida, más tarde, con el nombre de clarisas. En ella profesarán sus hermanas Catalina y Beatriz, su prima Pacífica y su propia madre, Ortelana. Clara fue una mujer excepcional que supo vencer numerosas dificultades, logrando ser la primera mujer que obtuvo la aprobación pontificia de una Regla específica. Su compromiso con la “Dama Pobreza” le hizo abandonar la vida a la que estaba llamada por tradición familiar y por sus propias cualidades, pues era extremadamente hermosa, recluyéndose en un monasterio para vivir en completa sencillez hasta su muerte el 11 de agosto de 1253, tas 42 años de vida en clausura. Fue canonizada por el papa Alejando IV el 26 de septiembre de 1255.






Suele ser representada, vistiendo el hábito de la Orden. Como atributo personal aparece con una custodia en su mano derecha, en relación con un hecho protagonizado por ella que, en ocasiones, suele ser mal interpretado.
Según la tradición, cuando los “sarracenos” intentaron atacar el convento donde residía, Santa Clara les hizo frente con el Santísimo Sacramento, poniéndolos en fuga. El suceso, que es histórico, hay que enmarcarlo en las luchas que, durante muchos años, mantuvo el emperador Federico II Hohenstaufen con el Papado que llegó a provocar su excomunión en varias ocasiones. Federico II que llegó a organizar la V Cruzada, en un intento de acercamiento al Papa, incorporó tropas musulmanas a su ejército. En 1234, se dispusieron a ocupar el valle de Spoleto, sitiando a la ciudad de Asís. Fue en esos momentos cuando se produjo el intento de atacar al convento de San Damián, situado en las afueras de la población. Los soldados apoyaron escalas en sus muros, para penetrar por una ventana y es, entonces, cuando Santa Clara se dirige al oratorio situado junto a su celda y toma el Santísimo, poniéndolos en fuga. Algunos días después, las tropas imperiales, reforzadas, intentan ocupar la ciudad. Clara y sus monjas se reúnen en ferviente oración y, al desencadenarse un violento temporal que arrasa el campamento, las tropas abandonan el sitio. Los habitantes de Asís atribuyeron este hecho a las plegarias de las religiosas y, por este motivo, la ciudad la tiene por patrona.





            Como hemos señalado, la Santa porta una custodia aunque este elemento litúrgico es de creación posterior. En su época, el Santísimo se reservaba en un recipiente o ciborio que, en ocasiones, tenía forma de paloma, con el propósito de poder utilizarlo para el Viático a los enfermos, en caso de necesidad. En su mano izquierda lleva un cayado, más que báculo de abadesa que nunca utilizó.





            La mazonería del retablo es idéntica a la ya comentada del retablo de Santa Ana y, como en éste, está rematada con un copete en el que aparecen las cinco llagas, uno de los emblemas franciscanos. Debemos señalar que ha perdido las molduras laterales que se conservan en el otro.





            También fue despojado de la mesa de altar que, originalmente tuvo, aunque en el banco se mantiene el sagrario con la custodia que decora su puerta.


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