martes, 11 de diciembre de 2012

El retablo mayor de la iglesia del convento de Santa Clara (II)



            Proseguimos hoy el análisis de este retablo que comenzamos ayer y lo hacemos con esta bella imagen, tomada desde el interior de las dependencias conventuales.






            En la parte superior del mismo, se encuentra la Inmaculada Concepción, entre dos santas mártires, probablemente atendiendo a las circunstancias propias de un convento de religiosas. Esas dos esculturas se realizaron posteriormente, pues mientras que las del cuerpo inferior y la Inmaculada fueron entregadas por Ramírez de Arellano el día de la víspera de la Ascensión de 1745, la llegada de estas otras se demoró más de diez años aunque también fueron realizadas por el mismo escultor.





            La imagen de la izquierda es Santa Bárbara que lleva, en su mano derecha, la torre  como atributo personal y, en la izquierda, la palma propia de su condición de mártir. Santa Bárbara fue una princesa de Nicomedia (población situada a orillas del mar de Mármara) que fue encerrada por su padre en una torre para impedir, que en su ausencia, pudiera enamorarse de algún joven. Durante su estancia en ella, se convirtió al Cristianismo y, como expresión de su nueva fe, mandó abrir tres ventanas en la torre, haciendo alusión al misterio de la Santísima Trinidad. Cuando regresó el padre quiso que abjurase de sus creencias y al mantenerse firme en las mismas, fue sometida a terribles suplicios hasta que su propio padre la decapitó en la cima de una montaña próxima. En ese instante, un rayo fulminó al parricida, por lo que la Santa es considerada abogada defensora frente a las tormentas. Es además, patrona de los artilleros por su asociación con el ruido del trueno que acompañó al rayo. También la tienen como patrona los canteros, en referencia a las obras que realizó en la torre.





            Al otro lado se encuentra Santa Catalina de Alejandría que tiene a su lado una rueda dentada, su atributo personal. En la mano derecha llevaba la palma del martirio, ahora desparecida. Nacida en la ciudad egipcia de Alejandría hacia 290, en el seno de una familia noble, se convirtió al Cristianismo. Cuando el emperador Majencio visitó la ciudad, ordenar ofrecer sacrificios a los dioses a lo que se opuso la santa. Fue mandada azotar y encerrada en una prisión. En ella llegó a convertir a uno de los oficiales que la custodiaban y a 200 soldados, según su hagiografía. Majencio enfurecido ordenó matarla, desgarrándola con una rueda con cuchillas, pero se quebró al tocar su cuerpo, siendo finalmente decapitada. Por ese motivo la rueda es el símbolo con el que se la representa y, por la misma razón, fue adoptada por patrona por todos los oficios relacionados con las ruedas, carreteros, molineros etc.





            En el centro se encuentra la Inmaculada Concepción, una advocación profundamente enraizada en la familia franciscana, mucho antes de la definición del dogma. La Virgen viste de blanco y azul, siguiendo el modelo adoptado, a partir del siglo XVI tras la visión de Santa Beatriz de Silva.





            La Virgen está representada sobre nubes y tiene a sus pies a la serpiente con la manzana del Pecado Original en la boca, en referencia al capítulo del Génesis, cuando el propio Dios anuncia que “Ella te aplastará la cabeza”. La serpiente representa al demonio que tentó a nuestros primeros padres en el Paraíso. De esta forma, María es la mujer que vence al pecado y que, por privilegio especial, fue concebida sin esa mancha que es, precisamente, lo que proclama el dogma de la Inmaculada Concepción. La luna es un símbolo muy antiguo de la castidad, en el que algunos autores han querido ver también una referencia a la victoria de Lepanto, sin excesivo fundamento.



 

            Habitualmente, está coronada por doce estrellas, lo que no ocurre en este caso. Sobre ella, se advierte uno de los emblemas de la orden franciscana, los brazos cruzados de San Francisco y Cristo, en alusión a la estigmatización del fundador de la misma.






            Son también muy interesantes, algunos motivos representados en la mazonería del retablo. Así, en los plintos de las columnas que separan las calles, aparecen los anagramas de Cristo y María. A la izquierda el trigrama IHS que creara San Bernardino de Siena y a la derecha el de María.








            En los laterales de los mismos, figuran símbolos de clara inspiración mariana. Unos son tomados de las letanías lauretanas: “Rosa mystica (rosa mística)”, “Turris eburnea (torre de marfil)” y “Stella matutina (estrella de la mañana)”. El otro “Fons salutis (fuente de salud)”, esta inspirado en esa “fuente cerrada” a que hace alusión el Cantar de los Cantares.





            En el frontal vuele a aparecer el emblema de la orden franciscana, entre los anagramas de Jesús y María.





            Estamos,  por lo tanto, ante un conjunto de gran belleza que, únicamente , se ve alterado por las gradas que elevan el expositor y el plinto sobre el que se dispone el santo titular que queda excesivamente elevado, impidiendo la contemplación del paisaje pintado que, originalmente, lo enmarcaba.




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