viernes, 18 de enero de 2013

El retablo de la iglesia de San Pedro Mártir de Borja II



            Continuando con el análisis de este retablo que iniciamos en el artículo de ayer nos detendremos, ahora, en estos dos santos dominicos que están representados en la calle derecha del mismo.



   
          La de la parte superior es Santa Catalina de Siena cuya vida, comentábamos ayer, que había inspira-do la de Santa Rosa de Lima y, como ella, pertenecía a la Orden Tercera. Nacida en la ciudad italiana que le dio nombre, hacia 1347, fue la penúltima de los 25 hijos que tuvieron sus padres, un humilde tintorero y la hija de un modesto poeta. Inclinada a la piedad desde su más tierna infancia, a los siete años hizo voto de castidad y a los 18 ingresó como terciaria, consagrada desde entonces a la oración y las más duras penitencias. Fue una de las grandes místicas de su época y una mujer que gozó de gran influencia, a través de sus escritos. Su intervención fue decisiva para que el Papa retornara del exilio de Aviñón a Roma, donde falleció ella a los 33 años de edad. Fue canonizada en 1461, al cumplirse un año de su muerte. El papa Pío XII la declaró patrona de Italia; Pablo VI le concedió el título de Doctora de la Iglesia, un honor que, hasta ese momento, sólo había recibido Santa Teresa de Jesús. Finalmente, Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
            En el lienzo que estamos comentando viste el hábito dominico y lleva en su mano derecha el lirio, atributo de su virginidad y un Crucifijo en recuerdo de los frecuentes éxtasis que tuvo. Su cabeza está ceñida por una corona de espinas, en alusión a un episodio de su vida en el que Cristo la invitó a elegir entre una corona de oro y otra de espinas, optando por esta última.



            Debajo de ella está San Raimundo de Peñafort, un santo dominico español que nació a finales del siglo XII en el castillo que le da nombre, del que su padre era señor. Cursó la carrera de Derecho (Cánones) en la universidad de Bolonia y, a su regreso, fue nombrado canónigo de la catedral de Barcelona pero decidió renunciar para tomar el hábito de los dominicos a quienes había conocido durante su estancia en Italia. Fue un jurista eminente y el papa Gregorio IX le encargó la redacción de los Decretales, un compendio de Derecho canónico que estuvo en uso hasta el siglo XX. Falleció el 6 de enero de 1275, a una edad próxima a los 100 años. Fue beatificado en 1542 y canonizado en 1601. Sus restos se veneran en la catedral de Barcelona y es el patrón de los abogados.
            En el lienzo viste el hábito dominico y lleva en su mano el libro de los Decretales que escribió y, pendiendo de sus dedos, dos llaves que hacen referencia al cargo de penitenciario que le encomendó el Papa.



            En el cuerpo superior del retablo figura, en su calle central, un lienzo representando el abrazo místico entre Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís. A sus lados, en sendos tondos, aparecen dos doctores de la Iglesia.


   




            La escena del abrazo entre los dos santos fundadores de dos de las grandes órdenes de la Iglesia, San Francisco de Asís (1182-1226) y Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), ha sido objeto de numerosas representaciones artísticas. Se inspira en una visión que tuvo Santo Domingo en la que el Señor le mostró los castigos que iba a lanzar contra el mundo. La Virgen pudo detenerlo señalando a dos personas arrodilladas que oraban fervientemente. Una de ellas era el propio Santo Domingo; la otra un hombre vestido como un mendigo al que reconoció al día siguiente en una de las basílicas romanas. Se trataba de San Francisco al que abrazó, invitándole a trabajar unidos para lograr el triunfo del Reino de Dios. Al margen de la veracidad de este relato, la representación pictórica intentaba manifestar la unidad entre las dos órdenes. De ahí que aparezca tanto en los conventos dominicos como en los franciscanos.



            De hecho, en la iglesia del convento de Santa Clara de Borja se conserva este lienzo, procedente del desaparecido convento de franciscanos que, como ha señalado Alberto Aguilera, presenta notables similitudes con el que estamos comentando, hasta el punto de que, probablemente, sean del mismo autor.




            De hecho, en ambos aparece un curioso detalle: el “arrepentimiento” del pintor en el dibujo de dos de las cabezas. En la imagen superior, aparece “corregida” la de San Francisco mientras que en la inferior (correspondiente al lienzo de la iglesia de San Pedro Mártir) es aún más evidente el cambio de posición de la cabeza de Santo Domingo.



            La identificación de los dos santos representados en los tondos laterales presenta mayores proble-mas ya que no portan atributos personales que la faciliten. El de la izquierda viste ornamentos pontificales y se toda con la tiara, por lo que se trata de un Papa. Si como parece razonable fuera uno de los grandes doctores de la Iglesia se trataría de San Gregorio Magno (ca.504-620). Hay un papa dominico que fue santo, San Pío V (1504-1572), pero su canonización tuvo lugar en 1712, por lo que no parece probable que fuera ya representado en Borja.



            Lo mismo ocurre con el de la derecha. En este caso un santo obispo que se toca con la mitra de su dignidad y porta el báculo episcopal en la mano. De ser un Padre de la Iglesia podríamos inclinarnos por San Agustín (354-430) o San Ambrosio (340-397). Si nos inclinamos por un santo dominico, podríamos identificarlo como San Alberto Magno (ca.1193-1280) aunque, en este caso, en el momento de construcción del retablo era sólo beato, pues no fue canonizado hasta 1931. Por todo ello, lo más probable es que los dos santos representados sean San Gregorio Magno y San Agustín cuya fiesta celebran los dominicos como propia.



            No podemos dejar de señalar algunos detalles de la mazonería como la representación del Espíritu Santo que corona el retablo.



            O esta bella representación del emblema de la Orden de Predicadores situada sobre el lienzo del titular en la calle central.



            Todo el conjunto ofrece una exuberancia de motivos vegetales, característicos del estilo barroco, abrazando las columnas salomónicas  y en otros muchos lugares del mismo.



            Finalmente, queremos hacer alusión al expositor que estaba situado en la parte inferior del retablo y que, en la actualidad, se encuentra en la cripta de Santa María, al cual hicimos referencia en un reciente artículo en el que llamamos la atención sobre la similitud estilística que tiene con el del coro bajo de Santa Clara.
            Agradecemos a Enrique Lacleta la realización de las fotografías que nos han servido para comentar las peculiaridades de este retablo sobre el que merecería la pena plantearse, en el momento adecuado, su restauración.









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