sábado, 19 de septiembre de 2015

La torre del reloj de la colegiata y sus fases constructivas


            Sin lugar a dudas, la torre del reloj de la colegiata de Santa María de Borja ofrece características singulares que merece conocer, lo que se ve facilitado por las fotografías que, recientemente, ha realizado Enrique Lacleta. En primer lugar, llama la atención la altura y esbeltez de su diseño, lo que aún sería más llamativo si pudiera verse toda la parte inferior de la misma, ahora oculta por el claustro.



            La torre, como todo el conjunto de la colegiata, es fruto de una sucesión de actuaciones a lo largo del tiempo, que fueron conformando el aspecto que actualmente tiene. En esta fotografía, hemos señalado las cuatro fases constructivas que los especialistas suelen señalar, aunque todo es susceptible de ser reconsiderado a la luz de nuevas investigaciones.




            De lo que no hay duda es que, inicialmente, existió en ese mismo lugar una torre de piedra, perteneciente al templo que se construyó en los siglos XII-XIII. Es llamativo que todavía no ha podido precisarse la fecha de edificación del primer templo borjano y existente serias dudas sobre sus características arquitectónicas, pues ignoramos si era una iglesia románica o gótica. La torre, situada a los pies del templo, era de menor tamaño que la actual y su fábrica fue reaprovechada cuando sobre ella se levantaron nuevos cuerpos.



            En la actual capilla de San Isidro, en el claustro de la colegiata, puede verse la obra de sillares de una de sus caras, con un estrecho vano que se abría al exterior, y sobre la que se asienta la obra de ladrillo.



            El acceso a su interior se realiza por esta hermosa puerta de arco apuntado que se encuentra junto a la entrada a la nave de la iglesia. Tanto en estos sillares, bien trabajados, como en algunos del interior se aprecian marcas de cantero.




            En el interior existe una escalera de caracol con un machón central formado por el encuentro de los propios peldaños. La escalera se dispone en la parte más próxima a la nave, dentro del conjunto de la torre, de forma cuadrangular, la cual actúa como contrafuerte.



            A mediados del siglo XIV, tras la guerra de los dos Pedros que dejó arruinado el templo, se procedió a su completa restauración en la que, aunque se reaprovechó parte de la fábrica de la iglesia anterior, se le dio el aspecto de una iglesia fortaleza, cuyo testimonio más evidente es el adarve que se conserva junto al pórtico. Fue en ese momento cuando se levantaron, sobre la torre de piedra los dos cuerpos que aparecen marcados en el recuadro de la fotografía superior.




            Este es el punto de encuentro de las dos fases, donde nos llama la atención una estructura, señalada con la flecha roja, para la que no encontramos justificación, por el momento. 




            Por el interior este es el lugar donde la obra de piedra se prolonga con la de ladrillo, la cual se cubre con una interesante bóveda formada por aproximación de hiladas de ladrillo que ofrecen un llamativo aspecto.




            En el siglo XVI se levantó un nuevo cuerpo que, en esta imagen, aparece dentro del recuadro. Es atribuido a Antón de Veoxa que también llevó a cabo otras obras en la colegiata. Tras la rehabilitación efectuada recientemente, el interior del mismo fue vaciado, ofreciendo el aspecto que muestra la fotografía anterior.




            Finalmente, en el siglo XVII, se construyó el último cuerpo con su chapitel, probablemente con el fin de albergar las campanas del reloj que ha dado nombre a la torre que, de hecho, como han señalado algunos, es una torre cívica que servía de atalaya y de soporte a unas campanas que, además de dar las horas en un reloj que era propiedad municipal, sonaban en casos de alarma. Es posible que, en épocas anteriores, acogiera también a las campanas de la colegiata pero, a partir de un determinado momento, todas ellas están emplazadas en la torre que se alza sobre el pórtico.

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