martes, 14 de junio de 2016

Cualquier tiempo pasado no fue mejor



            En el archivo fotográfico de la familia Ojeda se encuentra esta imagen que impresiona y provoca una sensación de especial desasosiego, al contemplar a este grupo de niñas, por otra parte alegres y sonrientes, que constituye un espectacular testimonio sociológico de nuestra ciudad, a comienzos del siglo XX.
            Porque, junto a los trajes que visten, lo que llama la atención es el aspecto especialmente desaliñado de algunas de ellas, concretamente las de la fila superior. Indudablemente, la fotografía ha sido preparada, pues hay un banco en el que se sientan algunas y el grupo ha sido convenientemente organizado. Pero, en principio, no podemos dudar de que sea un reflejo de la realidad y de que las reunidas en un emplazamiento difícil de precisar, sean chicas que vivían aquí en una situación que, al menos, desde el punto de vista de la higiene personal no era el óptimo aunque, por otra parte, no presenten rasgos de desnutrición, sino que su aspecto es saludable.
            Hay que tener en cuenta que, en la segunda mitad del siglo XIX, Borja había visto crecer su población con la llegada de personas atraídas por el auge experimentado por el cultivo de la vid. Eran trabajadores de limitados recursos que emplearon viviendas excavadas en el cerro de la Corona, conservándose los expedientes de concesión, por parte del Ayuntamiento, de espacios para su uso como alojamientos.
            Aunque las condiciones ambientales de esas cuevas no eran excesivamente malas, dado que mantienen una temperatura estable, la carencia de agua representaba un grave problema, pues había que acarrearla desde la zona baja del casco urbano, en penosas condiciones. Tampoco era factible la evacuación de excretas, pues ni allí ni en el resto de la ciudad había una red de saneamiento, aunque en las zonas bajas los corrales o los huertos cercanos, servían para ese cometido.
            Los moradores de las cuevas constituían, en cierto modo, un grupo marginal, siendo conocidos con el apelativo de “bodegueros”. La falta de escolarización entre los niños era mucho más acusada y, casi total entre las niñas. Probablemente, el autor de la fotografía quiso reflejar esa realidad que contrasta significativamente con la siguiente imagen.




            En este caso nos encontramos ante un grupo de niños. La característica fotografía escolar que aquí reúne a dos “grados” con sus correspondientes maestros. Aunque, como la anterior, no aparece datada, podemos considerarlas coetáneas.
            Llama la atención, además de la prestancia de los maestros, el hecho de que todos los niños aparezcan rapados, aunque entre ellos destaca el que ocupa una posición central, con su media melena. No cabe duda de que, al margen de las modas del momento, este drástico corte de pelo obedecía a razones higiénicas. No hace mucho, nos preguntaron sobre el nombre con el que es conocida la travesía de la N-122, el “Espiolla”. Nuestro interlocutor quería saber si hacía referencia a algún determinado personaje local, cuando en realidad vino determinado porque allí, junto al lavadero, se realizaba el prosaico cometido de “espiojar” a los niños. El verbo “espiollar” es gallego y no aparece recogido en los diccionarios aragoneses. De ahí que el término haya planteado problemas a destacados lingüistas, como el Prof. Frago Gracia que lo define como “de origen incierto”, señalando que “supone un notable arcaísmo” propio de Borja y lo relaciona con el topónimo “Espedolla” que fue un lugar, próximo a Ribaforada, que quedó deshabitado en el siglo XIII, aunque es altamente improbable esta vinculación. La tradición local se inclina por la primera posibilidad, aunque no deje de ser significativa la presencia de un “galleguismo” en el vocabulario borjano.

            Dejando al margen estas disquisiciones semánticas, podemos señalar otro aspecto de la imagen anterior, el de la diversa procedencia de los alumnos, atestiguada por la variedad de sus trajes que va desde las blusas a los trajes de marinero, con algunos niños con corbata e, incluso, con cuello vuelto. Ello significa que la escolarización ya era una realidad entre los varones, aunque en el caso de las mujeres no se había producido, si bien en esos momentos ya se estaban dando los primeros pasos.

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