miércoles, 16 de noviembre de 2016

Recuerdos de los Borjas en Lisboa y Mafra


            Durante nuestra reciente estancia en Portugal tuvimos la oportunidad de visitar la iglesia de San Roque en Lisboa, un templo que fue edificado por la Compañía de Jesús, sobre una antigua ermita dedicada a dicho Santo. Tras la expulsión de los jesuitas, el templo fue donado a la Santa Casa de Misericordia, una institución de gran importancia en la ciudad de Lisboa, que la mantiene en la actualidad, junto con el museo anexo.





            Fruto de diversas intervenciones promovidas en los siglos XVII y XVIII, el interior de la iglesia llama poderosamente la atención por la riqueza de su decoración, entre la que destaca el techo pintado con trampantojos que reproduce, con gran fidelidad, una hermosa cúpula.



            En la parte superior de la calle izquierda del retablo mayor se encuentra una imagen de San Francisco de Borja que fue quien, en 1553, pronunció la homilía de la fiesta de toma de posesión de la primitiva ermita por los primeros jesuitas, entre los que se encontraba S. Francisco Javier.



            Esta capilla mayor tiene una especial vinculación con la familia Borja, pues fue concedida a Juan de Borja y Castro para servir de panteón a su familia, como recuerda una lápida colocada allí.



            D. Juan de Borja y Castro fue el tercer hijo de San Francisco y de su segunda esposa Dª Leonor de Castro. Nacido en 1533, siendo niño ayudó a su padre en su primera Misa. Tras cursar estudios en la Universidad de Alcalá, sirvió como militar y político a Felipe II que, en 1569, lo envió a Portugal para tratar de convencer al rey D. Sebastián de los riesgos de su proyectada expedición a África. Tras quedar viudo de su primera mujer, que era sobrina de San Ignacio de Loyola, contrajo matrimonio con Dª Francisca de Aragón Barreto, ilustre dama portuguesa, condesa de Ficalho. Uno de sus hijos, D. Francisco de Borja y Aragón, fue virrey de Perú.

            La carrera diplomática de D. Juan de Borja continuó en la corte del emperador Rodolfo II, en Praga, donde publicó su obra Empresas morales, de la que ya nos hemos ocupado por ser el primer tratado español de Emblemática. Creado conde de Mayalde, fue Presidente del Consejo de Portugal en el reinado de Felipe III. Murió en 1606, al caer por las escaleras de El Escorial, siendo enterrado en el Colegio Imperial de Madrid, hasta que, en 1613, fue trasladado a la iglesia de San Roque.




            A ambos lados del altar mayor se encuentran dos altares con las reliquias de donó a este templo de San Roque. El de la derecha, corresponde a Santas, mientras que en el de la izquierda se reúnen las de varios Santos, constituyendo una importante lipsanoteca que había reunido durante su estancia en la corte imperial.



            Entre ellas se encuentra un busto relicario con un fragmento óseo de su padre, San Francisco de Borja, de especial interés pues, como sabemos, sus reliquias no son demasiado abundantes, debido a los daños sufridos por su cuerpo en Madrid.




            El Museo de San Roque también conserva otros recuerdos de los Borjas, entre ellos este lienzo que se ajusta a la iconografía tradicional de San Francisco, vistiendo el hábito jesuita y con la calavera de la emperatriz sobre una mesa. Asimismo, pudimos ver algunas piezas de orfebrería, donadas por su hijo.



            Otra interesante visita fue la efectuada al espectacular complejo del Palacio Nacional de Mafra, mandado construir por el rey Juan V como consecuencia de un voto que, según la tradición, había efectuado para pedir a Dios un heredero. La reina tuvo descendencia, pero del primer embarazo nació Bárbara de Braganza que llegó a ser reina de España, tras su matrimonio con Fernando VI.



            Las obras del palacio avanzaron con rapidez, dado que en las mismas llegaron a trabajar 50.000 obreros. El monarca no quiso que, en las mismas, se utilizara madera en su decoración, por lo que se recurrió a los mármoles de canteras próximas. La gran iglesia fue consagrada en 1730 y en ella se instalaron 6 órganos, único caso conocido en el mundo, para lo que fue necesario disponer de obras musicales especialmente concebidas para ello. El convento contó con una comunidad de 300 frailes franciscanos, procedentes de otras casas portuguesas que fueron reunificadas.




            Para la decoración de la iglesia se encargaron 58 grandes estatuas a los mejores escultores romanos y florentinos de la época, entre las cuales encontramos la de San Francisco de Borja, en la misma capilla donde también se sitúa la de San Francisco Javier. 

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