miércoles, 11 de enero de 2017

Santoral del 11 de enero


San Higinio (siglo II). Nacido en Atenas era un destacado filósofo que, en el año 136, se convirtió en el octavo Papa después de San Pedro. Se le atribuyen la implantación de normas que se han perpetuado, como la creación de las órdenes menores, la de los padrinos en el Bautismo o la obligación de consagrar todos los templos. Falleció hacia el año 140 y, aunque algunas fuentes afirman que fue mártir, esta esta circunstancia no ha podido ser constatada.

San Salvio (siglo III). Las únicas referencias que se conservan de este mártir norteafricano es un sermón pronunciado por San Agustín, cuando ya era objeto de culto.       



San Tipaso (siglo III). Otro mártir norteafricano, en este caso de la provincia romana  de la Mauritania, fue San Tipaso, un soldado que, tras conseguir el retiro, decidió convertirse en eremita, estableciéndose en las cercanías de la ciudad de Tigava.   Al ser llamado de nuevo al servicio activo, se negó alegando su condición de cristiano, porque ello implicaba hacer sacrificios a los dioses del Imperio. Según la leyenda fue condenado a muerte, pena que le conmutaron por haber vaticinado un triunfo del emperador Maximiano. Pero requerido de nuevo, poco después, terminó siendo degollado hacia el año 297. 



San Pedro Apselamo (bálsamo) (siglo IV).  Nacido en Palestina, fue hecho prisionero durante la persecución de Maximino. Interrogado por el gobernador de la provincia, se reafirmó en su fe cristiana negándose reiteradamente a sacrificar a los dioses, a pesar de las torturas a las que fue sometido. Finalmente, murió crucificado en Aulana.



San Leucio de Brindisi (siglo IV). Nacido en Alejandría, se educó en un monasterio del Alto Egipto donde, según la leyenda, recibió la inspiración divina para trasladarse a Brindisi (Italia), donde llevó a cabo la evangelización de esa zona. Fundador de la diócesis de Brindisi y primer obispo, levantó una iglesia dedicada a Santa María y San Juan Bautista. Aunque no se conocen demasiados datos de su vida, al parecer falleció a finales del siglo IV o comienzos del V. Su fama de santidad motivo que sus reliquias fueran muy codiciadas. De hecho, tras la invasión lombarda su cuerpo fue robado por los habitantes de Trani y llevado a esa ciudad, desde donde pasó a Benevento más tarde y allí se venera, salvo un brazo que se conserva en Brindisi.



Santa Honorata (siglo V). Nacida en Pavía, en el seno de una familia de Santos pues, según la tradición lo fueron sus hermanos Santa Liberata, Santa Especiosa, Santa Luminosa y San Epifanio que llegó a ser obispo de Pavía. Fue religiosa en el convento de San Vicente de su ciudad natal, donde habían profesado sus hermanas. Allí fue capturada durante la invasión de los hérulos, siendo liberada por intercesión de su hermano, regresando al monasterio donde falleció.     


  
San Teodosio (siglo V). Nacido en la localidad de Mogarissos de Capadocia (Turquía), abandonó a sus padres, en busca de Dios. Conoció a San Simón el estilita que le invitó a subir al pilar en el que vivía y allí le predijo su futuro espiritual. Peregrinó a los Santos Lugares y allí decidió buscar la perfección en la soledad del desierto, viviendo en una cueva en la que, según la tradición, habían descansado los Reyes Magos al regresar de Belén. Dedicado a la oración y a una vida de gran austeridad, su fama de santidad se extendió, reuniendo a muchos discípulos que querían imitar su ejemplo, por lo que se vio obligado a fundar un monasterio cercano a Belén que se llamó después de San Teodosio. Murió a la edad de 106 años.      



San Paulino de Aquilea (siglo VIII). Nacido en una granja de la región de Friuli (Italia), colaboró con su familia en los trabajos de la misma, pero desde muy joven comenzó a estudiar, llegando a convertirse en afamado gramático. Ejerció la docencia tras ser ordenado sacerdote y su profunda formación despertó la atención del emperador Carlomagno que lo nombró Patriarca de Aquieleia, sede que gobernó con gran acierto, estando presente en todos los concilios de su época, distinguiéndose por su lucha contra las herejías suscitadas, entre ellas la que consideraba que Cristo era simplemente Hijo adoptivo del Padre. Uno de los defensores de esta doctrina era el obispo de Urgel, Félix, a quien San Paulino refutó en una carta que alcanzó gran difusión. Colaboró activamente en la evangelización de los bárbaros que habían ocupado algunas zonas de Austria. Falleció el 11 de enero de 804 en Forli.          



Beato Bernardo Scammacca (siglo XV). Nacido en Catania en 1430, en el seno de una familia noble que le educó cristianamente, a pesar de lo cual toda su juventud discurrió en ambientes disolutos. Fue a raíz de la grave herida recibida en un duelo, cuando su vida cambió, decidiendo entrar en la Orden de Predicadores en 1452. Llegó a ser prior del convento de Santo Domingo de su ciudad natal. Más tarde lo fue del de Palermo y Vicario General de todos los conventos reformados de Sicilia. Murió santamente en 1487, siendo enterrado en una fosa común. Comoquiera que la devoción crecía, decidieron exhumar sus restos y al abrir la fosa se percibió un olor sumamente agradable, encontrando el cuerpo completamente incorrupto. Hoy se venera en la iglesia de Santo Domingo de Catania. Su culto fue confirmado por León XIII en 1825.

Beato Guillermo Carter (siglo XVI). William Carter nació en Londres en1548. Su padre era tejedor por el aprendió el oficio de impresor. Fue también secretario del último arzobispo de Canterbury y responsable de la edición de algunas obras que condenaban el cisma que se había producido en Inglaterra. Hecho prisionero en 1578 y torturado, fue puesto en libertad cinco años después. Sin embargo, volvió a ser detenido de nuevo en 1584, por haber vuelto a imprimir una obra a favor de la Iglesia Católica, siendo condenado a muerte. Tras morir ahorcado, su cuerpo fue descuartizado en Tyburn.

Beatos Juan y Pedro Hattori, y Miguel y Tomás Mitsuishi (siglo XVII). Se trata de cuatro mártires japoneses ejecutados en  Kummamoto, dando un extraordinario ejemplo de firmeza en la Fe. Juan y Miguel eran humildes catequistas que fueron condenados con sus hijos Pedro y Tomás de seis y trece años respectivamente lo cual no les impidió dar muestras de extraordinaria valentía en el momento final. El pequeño Pedro se acercó al cadáver de su padre que acababa de ser decapitado en su presencia y ofreció su cuello al verdugo que admirado falló el primer golpe, volviendo a ponerse de rodillas el niño para morir pronunciando  los nombres de Jesús y María. Fueron beatificados por Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2008.



Santo Tomás de Cori (siglo XVII). Nacido en Cori (Italia) en 1655, quedó huérfano a temprana edad, dedicándose al oficio de pastor para mantener a sus hermanas. Cuando estas contrajeron matrimonio, decidió entrar en el convento que la orden franciscana tenía en su ciudad, haciendo el noviciado en Orvieto. Fue ordenado sacerdote en 1683, pero su deseo de una mayor radicalidad le llevó al año siguiente a viajar a Bellegra, donde se había creado un convento en el que se practicaba un nuevo modelo de vida franciscana. Allí permaneció la mayor parte de su vida consagrado a la oración, la práctica de la caridad y la evangelización. Falleció el 11 de enero de 1729 y fue canonizado por San Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.



Beata Ana María Janer Anglarill (siglo XIX). Nacida en Cervera (Lérida) el 18 de diciembre de 1800  fue la fundadora de la Congregación de Hermanas de la Sagrada Familia en La Seu d’Urgell. No estuvo de dificultades debido a las guerras carlistas, en el transcurso de las cuales el pretendiente Carlos V le propuso hacerse cargo de los hospitales de Cardona por lo que, acabado el conflicto, tuvo que exiliarse en Francia, desde donde regresó a Cervera en 1844, aunque no le dejaron desempeñar el cargo de superiora del hospital. También impulsó la creación de algunas asociaciones piadosas como las del Sagrado Corazón de Jesús y la de las Hijas de María. La expansión de su congregación sufrió un nuevo golpe a raíz de la revolución de 1868, cuando volvieron a ser expulsadas. Regresaron a La Seu en 1874 y, en 1883, la beata Ana se retiró a la casa que había fundado en Talarn, donde falleció el 11 de enero de 1885. Fue beatificada en 2011 por el Papa Benedicto XVI.



Beato Francisco Rogaczewski (siglo XX). Nacido en Lipinki (Polonia) en 1892, fue ordenado sacerdote en 1918. Tras desempeñar diversos cometidos pastorales fue destinado a la diócesis de Gdansk. Allí continuó su labor apostólica, siendo rector de un centro de atención a la población, junto al que construyó una iglesia dedicada a Cristo Rey, de la que en 1937 fue nombrado párroco. El senado de la ciudad protestó enérgicamente y tuvo que anularse la erección de la parroquia, a pesar de lo cual el sacerdote continuó impulsando diversas obras religiosas y culturales. Inmediatamente después de la invasión alemana fue detenido y enviado al campo de concentración de Stutthof (Alemania), donde tras sufrir numerosas torturas fue fusilado cuatro meses después. San Juan Pablo II lo beatificó el 13 de junio de 1999.

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