San Potito (siglo II). Nacido
probablemente en Cerdeña, en el seno de una familia acomodada, se convirtió al
Cristianismo siendo niño. Su padre, enojado, lo mandó encarcelar pero, ante su
ejemplo, decidió también bautizarse. Según la leyenda, curó de la lepra a la esposa
de un senador que, a raíz del portento, también se hizo cristiana toda la
familia. Enterado el emperador Antonio Pío, lo hizo comparecer y logró
exorcizar a la propia hija del emperador. A pesar de ello, fue condenado a
muerte y decapitado en una ciudad cercana a la actual capital de Bulgaria,
aunque otras fuentes señalan que el martirio tuvo lugar en Roma. Es el patrón
de la diócesis de Tricarico (Italia).
San
Félix de Nola (siglo III).Tampoco hay demasiados
datos de la vida de este santo que, según la tradición, nació en Nola, aunque
su familia era de origen sirio. Fue ordenado sacerdote y ayudó al obispo de esa
ciudad durante las persecuciones. A su muerte, la comunidad lo eligió para
sucederle. En torno a su figura se crearon una serie de leyendas piadosas como
la de que, al ser detenido, fue liberado por un ángel y huyendo de sus
perseguidores se ocultó en un pozo, tejiendo una araña la red que le ocultó a
la vista de los que le buscaban. Murió de muerte natural, hacia el 250, pero
fue venerado como mártir por los muchos sufrimientos que padeció en vida.
San
Glicerio (siglo IV). De la vida de este Santo se conocen muy
pocos datos e incluso se le confunde con otros de mismo nombre. Se suele
considerar que era diácono y murió martirizado durante la persecución de
Maximiano. Incluso la imagen reproducimos es más probable que corresponde a San
Glicerio de Nicomedia.
Santa
Ninó de Georgia (siglo IV). Nacida en Colastres
(Capadocia, actual Turquía), era cristiana y fue capturada y llevada como
esclava a Georgia, donde difundió el Cristianismo, llegando a convertir a la
familia real y a numerosas personas, por lo que es considerada auténtica
apóstol de estas tierras. Su tumba se conserva en el monasterio de Bobdé y es
una de las grandes santas de la Iglesia ortodoxa. Según la leyenda, era sobrina
de San Jorge.
Santos
Monjes del Monte Sinaí y Raithi (siglo V). Este día se
venera también a un número indeterminado de monjes de los monasterios
establecidos en el monte Sinaí y en Rati, muy cercano al anterior, los cuales
fueron asesinados por bandas de beduinos que asolaron el lugar. Según la
leyenda dorada fueron 38 en el Sinai y 43 en Rati. Tampoco hay coincidencia
respecto a la fecha del martirio, pues mientras unos la sitúan en el siglo IV,
otros la retrotraen a la centuria siguiente. Su memoria, no obstante,
permaneció viva entre los monjes que volvieron a establecerse en aquellos
lugares.
San
Fermín de Mende (siglo V). Entre los varios Santos que
llevan el mismo nombre, hoy se venera al que, según la tradición, fue segundo
obispo de Mende (Francia) y murió asesinado por una de horda de bárbaros,
discrepando las fuentes sobre su identidad y la época de su martirio.
San
Eufrasio de Auvernia (siglo VI). Fue obispo de Auvernia, la
actual ciudad de Clermont-Ferrand (Francia) y su existencia está documentada,
siendo el sucesor de San Apro de Toul en esa sede episcopal. No obstante, no se
conocen otros datos de su vida y su inclusión en el Martilogio Romano es
reciente, sustituyendo a otro Santo del mismo nombre y obispo del norte de
África, supuestamente martirizado.
San
Dacio de Milán (siglo VI). Fue obispo de Milán cuando
esa ciudad estaba aún bajo control del Imperio Bizantino. Su pontificado se
desarrolló entre los años 530 y 550, teniendo que hacer frente a las invasiones
de los godos que finalmente, arrasaron la ciudad, teniendo que huir para
refugiarse en Constantinopla, donde falleció hacia el 552.
San Fulgencio de Écija (siglo VII). Nacido en
Cartagena hacia mediados del siglo VI, fue hermano de otros tres grandes
Santos: San Leandro de Sevilla, San Isidoro y Santa Florentina de Cartagena. Al
invadir la ciudad los bizantinos, la familia huyó a Hispalis (Sevilla), ciudad
de la que serían arzobispos sus dos hermanos. Fulgencio fue educado por su
hermano mayor y, al parecer, fue monje benedictino. Consagrado obispo, rigió la
diócesis de Cartagena desde el 566 al 587, en que se hizo cargo de la de Ecija,
volviendo posteriormente a su ciudad natal, donde falleció hacia el año 632. Su
cultura y formación fueron reconocidas, en 1880, por Pío IX que le dio el
título de “Doctor de la Iglesia”. Es Patrón de la diócesis de Cartagena y de la
ciudad de Plasencia. Sus restos se conservan en la iglesia de San Juan Bautista
de Berzocana (Cáceres), junto con las de su hermana santa Florentina.
Beato
Odón de Novara (siglo XII). Fue un monje cartujo que
vivió una vida de santidad en el silencio y la austeridad de su monasterio.
Nombrado prior de un nuevo monasterio fundado en Geyrac (Croacia), la
persecución de la que fue objeto por parte del obispo, le obligó a dirigirse a
Roma con el propósito de presentar su renuncia. Acogido en el convento de
Tagliacozzo (Italia), la comunidad de religiosas consiguió que aceptara el
cargo de capellán y allí murió el 14 de enero de 1200, con cerca de 100 años,
tras vivir sus últimos años dando ejemplo de santidad, atribuyéndosele
numerosos milagros. Su culto fue confirmado en 1859.
Beato
Odorico Mattiussi de Pordenone (siglo XIV). Nacido hacia 1265, siendo muy joven profesó en
el convento franciscano de San Francisco de Udine, donde fue ordenado sacerdote
en 1290. Hacia 1318, inició un largo periplo por el mundo que le llevó a
visitar Constantinopla, llegando al golfo Pérsico donde embarcó con destino a
la India. Desde allí fue a Ceilán y, posteriormente, a Sumatra, Java, Borneo y
Vietnam. Entró luego en China, donde
fundó dos conventos. Se entrevistó con el Gran Khan y estuvo también el Tibet,
regresando a Europa al cabo de 12 años. Dictó el relato de sus viajes que
gozaron de gran difusión por las noticias que incluía de unas tierras poco
conocidas entonces, siendo traducidas a varios idiomas. Quiso visitar al Papa
en Aviñón, para informarle de la situación de las misiones de Oriente, pero
sintiéndose enfermo, regresó a Udine donde murió en1331.
Beato
Devasahayam Pillai (siglo XVIII). Nacido en Nattalam
(India) en el seno de una familia de elevado estatus social, ya que su padre
era brahmán, entró al servicio del maharajá de Travancore, llegando a ocupar
puestos relevantes en la corte. Allí trabó amistad con el oficial naval
holandés Eustaquio De Lannoy que, tras su captura, se había hecho cargo de las
del ejército de Travancore. A través de él, tuvo conocimiento del Cristianismo
y, en 1745, fue bautizado con toda su familia en la misión que los jesuitas
tenían en Vadakkankulam. La conversión
dio lugar a le fuera retirada la confianza del soberano, siendo acusado de
traición, por lo que fue encarcelado y torturado. Condenado inicialmente a
muerte, le fue conmutada la pena por la destierro. Abandonado en unas colinas, se dedicó a la oración,
suscitando el interés de las gentes de los alrededores que lo consideraban un
santo. La inquina de sus perseguidores se recrudeció y enviaron a unos soldados
que lo asesinaron el 14 de enero de 1752. Fue beatificado por Benedicto XVI el
2 de diciembre de 2012.
Beato
Pedro Donders (siglo XIX). Nacido en Tilburgo (Países
Bajos) el 27 de octubre de 1809, la pobreza de su familia y la necesidad de
allegar recursos para su mantenimiento le impidió asistir a la escuela. Después
de trabajar como obrero en una fábrica, encontró empleo en un instituto, donde
comenzó sus estudios. Muy pronto manifestó sus deseos de ser sacerdote y,
merced a la ayuda que le dispensó una persona, pudo cursar estudios de Teología
en Herlaar. En 1822, había sido fundada en Lyon la Obra de la Propagación de la
Fe que editaba unos Anales, dando a conocer la labor apostólica que se
realizaba en diferentes países. Leyendo la revista, se despertó en él la
vocación ser misionero. Pudo lograr su propósito en 1839, al ser admitido para
desempeñar este cometido en la antigua Guayana Holandesa (ahora Surinam). Tras
ser ordenado sacerdote en 1840, llegó a aquellas tierras en 1842, iniciando una
gran labor apostólica entre los esclavos negros. Posteriormente, se consagró a
cuidar de los leprosos con verdadera abnegación. Cuando las labores de
evangelización en la colonia fueron encomendadas, en 1864, a la Congregación del Santísimo Redentor,
decidió ingresar en ella, continuando con su tarea hasta su fallecimiento el 14
de enero de 1887. Fue beatificado por San Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982.
No hay comentarios:
Publicar un comentario