martes, 8 de mayo de 2018

El Rosario de Cristal de Borja y su historia


         El Rosario de Cristal de Borja constituye una de las principales manifestaciones de amor, por parte de los borjanos, a su Patrona la Virgen del Rosario, en su advocación de Nuestra Señora de la Peana, una imagen de busto de gran valor artístico, venerada desde el siglo XVI en la colegiata de Santa María y cuyo estudio y atribución está todavía pendiente.
         El Rosario fue creado en 1928 (este año ha cumplido sus 90 años) respondiendo a la propuesta del canónigo borjano Dr. D. Juan Federico Magdalena Lacambra, el cual pasaba la temporada estival en el Santuario de Misericordia, donde en el verano de 1927 la expuso a un grupo de sacerdotes que la acogieron con entusiasmo, especialmente por parte del entonces párroco D. Roque Pascual.
         El 12 de octubre de ese mismo año el capellán de la Virgen D. José María Pereda y D. Agustín María Sierra publicaron una nota en el periódico local Ecos del Moncayo, en la que invitaban a todo el vecindario a colaborar en el proyecto.
         La respuesta fue tan rápida y extraordinaria que, en muy poco tiempo, se pudieron construir los faroles que desfilaron, por vez primera, el primer domingo de mayo de 1928 (ese año fue el día 6), festividad de nuestra Patrona.

         La construcción del mismo hay que enmarcarla en una tradición aragonesa, cuya mejor expresión la constituye el Rosario de Cristal de Zaragoza, creado en 1889, cuyos faroles fueron diseñados por el arquitecto D. Ricardo Magdalena Tabuenca, cuyos padres eran de Borja, y además estaba emparentado con el canónigo citado.
         El Rosario de Borja fue construido en los talleres Quintana de Zaragoza, los mismos que habían realizado el de la capital aragonesa y fueron enteramente sufragados por las aportaciones de aquellos fieles que quisieron adquirir alguno de mano, en cuyo poder se conservaron hasta época reciente, y los de otras personas y entidades que asumieron el coste de los faroles de mayor tamaño.

         A diferencia del de Zaragoza que está integrado por todas las partes del Rosario, el de Borja sólo lo constituyen los Misterios Gloriosos, junto con otros faroles monumentales a los que vamos a hacer referencia seguidamente.




         Inicia la comitiva el farol, en forma de Cruz, que fue donado por el II marqués de Borja, D. Luis Moreno y Abella, cuyas armas lo rematan, y en cuyo círculo central aparece en la parte anterior la Virgen de la Peana y, en la posterior, la imagen del Santo Cristo de la parroquia, algo que suele pasar desapercibido, pero que hace alusión al hecho de que la Santa Cruz, personificada en esa imagen, es co-patrona de la ciudad.

         El título de marqués de Borja no tiene relación con nuestra ciudad, sino que fue creado en 1902 por la reina María Cristina en la persona de D. Luis Moreno y Gil de Borja, Intendente de la Real Casa, haciendo alusión a su apellido. Su vinculación con nuestra ciudad vino motivado por un hecho circunstancial, la petición de indulto formulada por el entonces Alcalde D. Feliciano Rivas en favor de Cecilia Aznar, de familia borjana, que había sido condenada a muerte. Su hijo y sucesor D. Luis Moreno y Abella fue uno de los pioneros de la Aviación Española. En la guerra de Marruecos fue recompensado con la Medalla Militar individual y, cuando se puso en marcha el Rosario, la comisión organizadora se puso en contacto con él. No sólo donó el farol, sino que quiso estar presente el día de la inauguración, desplazándose en un pequeño avión que pilotaba el que luego sería Teniente General González Gallarza. El aparato capotó al chocar con unos cables en el aterrizaje, saliendo milagrosamente ilesos.




         El farol dedicado a Santo Domingo de Guzmán, como impulsor de la devoción al Santo Rosario, fue donado por los jóvenes de aquella floreciente asociación que fue la Congregación Mariana de Borja.




         Todos los sacerdotes que había en la ciudad en 1928, quisieron contribuir costeando un farol con el anagrama de María. Conocido como el “farol del Clero”, es llevado ahora por los niños y niñas del CCEIP “Campo de Borja”.




         Vienen a continuación los faroles correspondientes a cada uno de los Misterios Gloriosos. El del Primer Misterio “La Resurrección del Señor” lo regaló el cardenal D. Vicente Casanova y Marzol, Hijo Predilecto de Borja, que no quiso estar ausente en ese homenaje a su Patrona y cuyas armas aparecen en la parte posterior del farol, como puede apreciarse en la segunda de las imágenes, en la que también se ve el farol correspondiente al Padre Nuestro de ese misterio, con las armas de los Sánchez del Rio, que fueron quienes lo donaron. Actualmente, el farol de este primer Misterio lo lleva la cofradía de San Bartolomé.



         El segundo Misterio, correspondiente a “La Ascensión del Señor” fue donado por la la Cooperativa de Nuestra Señora de la Peana y ahora lo lleva la cofradía de Santa Lucía.



         El tercer Misterio, el de “La Venida del Espíritu Santo”, fue donado por Dª Francisca Remón, cuyo nombre queremos rescatar del olvido, dado que, comoquiera que en la actualidad lo lleva la cofradía del Carmen, fue reemplazado el cristal posterior para hacer constar este nuevo hecho.




         El cuarto Misterio, el de la “Asunción de Nuestra Señora” fue donado por D. José María Otegui y en su parte posterior, junto con su nombre aparece el emblema de la Adoración Nocturna y merece destacar este hecho, dado que D. José María Otegui Chueca, fue el fundador de la Sección de Borja, ciudad en la que había nacido. La Guerra Civil le sorprendió en Madrid, donde fue detenido y conducido a la checa de la calle Duque de Sexto, donde tras ser torturado fue asesinado en la noche del 7 de noviembre de 1937. 




         Finalmente, el quinto Misterio correspondiente a la “Coronación de Nuestra Señora” fue donado por el Sindicato Agrícola Católico, una entidad impulsada por la Iglesia que dio origen posteriormente a la Cooperativa Agrícola Católica, más tarde redenominada Cooperativa Agrícola de Borja que lo sigue llevando.





      Detrás de cada Misterio desfilan unos faroles de mano, representando al “Pater Noster”, las diez Avemarías y el “Gloria Patri” que corresponden al rezo de cada uno de ellos.





         Vienen después los faroles de las Letanías Lauretanas que, por su elevado número, constituyen un conjunto sumamente llamativo. Todos ellos fueron donados por diferentes personas cuyos nombres eliminados de su parte posterior, aunque afortunadamente se conserva la noticia de los mismos. En unos casos, siguen llevándolos sus descendientes y, cuando estos han desaparecido o se han desentendido de la obligación que contrajeron sus mayores, han sido otras personas beneméritas quienes se han hecho cargo de los mismos, lo cual no impide que recordemos a quienes hicieron el esfuerzo de donarlos.




       Tras los faroles de las jaculatorias finales, sale otro de los grandes faroles de nuestro Rosario, el de la Salve, donado por D. Francisco Serrano, otro destacado borjano, del que apenas tenemos referencias, que sorprendió a todos por su generosidad al asumir el coste de este valioso farol. En su parte anterior aparece la imagen de la Virgen de Misericordia y la de San Babil, unidas ambas en una histórica cofradía que tenía su sede canónica en el Santuario y a la que, sin duda, se encontraba vinculado. 




         Viene a continuación este curioso y bonito farol que es anterior a todos los restantes, pues participaba en la procesión, antes de que se construyera el actual Rosario y sigue saliendo en el Rosario de la Aurora, otra ceremonia que se lleva a cabo al amanecer de este día. Lo llevan en la procesión un grupo de devotos ataviados con el traje regional.





            Pero, el más importante es sin duda el “farol de la Ciudad” que fue la aportación del M. I. Ayuntamiento al Rosario. Su construcción fue acordada en sesión del 18 de febrero de 1928, siendo Alcalde D. Dionisio Pérez Viana, y su importe fue de 1.500 pesetas de la época, una cantidad elevada con la que no dudaron en contribuir.

En su parte anterior aparece la imagen de la Virgen y en la posterior el escudo de la ciudad, mientras que en la inferior se incluyeron fotografías de Borja que, en aquellos tiempos, constituyó toda una innovación. En la actualidad siguen llevándolo empleados municipales.




         Pero, junto a los faroles que hemos comentado en el Rosario participan también las distintas cofradías, representadas por sus banderas, pendones y estandartes, que desfilan detrás del farol de la Salve.




         También lo hacen, tras el farol antiguo de la Virgen las hermandades de Ntra. Sra. de la Peana de Zaragoza y Barcelona, con sus estandartes; la primera de ella acompañada por dos faroles de mano.




         Lugar preferente ocupan el pendón de la ciudad que debe ser portado por el concejal de menor edad y la bandera de la Asociación de Nuestra Señora de la Peana. Siempre nos ha sorprendido este orden, por entender que el pendón de la ciudad tiene preeminencia siempre que desfila y, en caso de no serle reconocida, debería ir a la cabeza de la corporación municipal.





         Inmediatamente por delante de la Virgen van los niños y niñas que acaban de hacer su Primera Comunión y los mayordomos de cada año. En esta ocasión lo eran D. Alfredo José Sánchez Lamana y Dª. Marta Navarro Arcega, con algunos familiares, portando cirios y hachas.




         El trono de la Virgen portado a hombros por tres turnos de llevadores, revestidos con túnicas blancas, sale de la colegiata a los acordes del himno nacional, entre los aplausos de las numerosas personas que lo esperan. Esta imagen de la Virgen tiene el privilegio de desfilar bajo palio, que nunca se ha utilizado para permitir la visión de nuestra Patrona desde los balcones. Con motivo del II Centenario de esta devoción fue reformado en su parte posterior que, ahora, es calada con el anagrama de María.





         Preside la procesión en ocasiones el Sr. Obispo o el Vicario General, como ha ocurrido este año y tras el clero marcha la corporación municipal bajo mazas.



         Cierra la comitiva la Agrupación Musical Borjana, que rinde los honores de ordenanza a la imagen de la Virgen a la entrada y salida del templo e interpreta diversas marchas en el transcurso de la procesión.




         Tras su recorrido por las calles de la ciudad, en el transcurso del cual se reza el Santo Rosario, a través de la megafonía instalada al efecto, y se escuchan las jotas que se le cantan a la Virgen de determinados lugares, la procesión regresa a la colegiata, siendo especialmente bonito el paso de los faroles monumentales entre los de mano, apostados a ambos lados de la calzada.




         El momento especialmente esperado por todos los borjanos es el de la triunfal entrada de la Virgen en el interior del templo, entre vítores y aplausos, expresión del fervor popular a nuestra Patrona. El canto del Ave María y la alocución final de quien ha presidido el Rosario, como comentábamos ayer, ponen punto final a esta fiesta que, a su sentido profundamente religioso, une el hecho de haber sido declarada “Fiesta de Interés Turístico Regional”.

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